La detención del (impresentable –valga como opinión personal–) rapero conocido como Pablo Hàsel (sobrenombre artístico) ha despertado la ira de los cachorros más violentos de la izquierda, que no han dudado en salir a protestar “pacíficamente”, como viene siendo habitual en ellos, en Cataluña y Madrid.
Este “artista” del rap exige “libertad de expresión”, quejándose de que no puede hablar de “lo que le sale de los huevos al llegar a mi casa”. Parece que esta perlita no se ha percatado de que no vive en Corea del Norte (quizá allí fuera más feliz, dada su más que demostrada tendencia política).
El rap, exactamente igual que otros géneros musicales, y que otras tantas disciplinas artísticas, siempre ha servido para hacer denuncia social y jamás se ha considerado algo políticamente correcto, que yo sepa. El problema viene cuando alguien como el señor Hàsel escribe deliciosas letras en las que le gustaría “clavarle un piolet en la cabeza a Bono” o “ver morir a Aguirre”, entre otras muchas (muchas, pero muchas) lindezas. Adereza además estas composiciones musicales con preciosas frases al finalizar sus conciertos como: “Ahora, id a matar a algún guardia civil”.
Este individuo, porque la posición de señor le viene grande, es por el que ayer, las manadas rabiosas anti-sistema y anti-fascistas arrancaron adoquines que lanzaron a las fuerzas de la ley, prendieron fuego a contenedores, etc. “¡Libertad de expresión!”, clamaban. ¿Sabrán estos descerebrados lo que es la libertad de expresión? ¿Sabrán esta gentuza, que por aproximarse, ni siquiera se aproxima a nuestro pariente lejano el Homo Neanderthalensis (al que no deseo comparar por cuestiones de escarnio), lo que costó tener libertad de expresión? No, claro que no. Son pequeños salvajes contratados para realizar su papel en la comedia que algunos han pergeñado y cuya ira alimenta el fuego en el que desean forjar, entre otras cosas, el clima ideal que asegure su futuro.
¿Dónde estaban ellos cuando censuraban al ex-presidente Trump en las redes sociales? Ah, no, espera, que ese es un facha. Entonces no merece libertad de expresión, porque la libertad de expresión solo sirve para ellos cuando lo que se dice está vinculado a su pensamiento único y extremista. En el resto de casos, lo mejor es amordazar a los medios de comunicación o a los que disienten. Me suena esto… Me suena mucho. ¿Dónde lo habré visto antes?
Estimados estultos (podéis buscar la definición en el diccionario de la RAE o en el María Moliner. Son unas cosas con páginas y tapas donde se definen palabras), lanzadores de piedra y gentecillas de la cultura rojeril que habéis firmado un manifiesta a favor de Hàsel, vosotros no tenéis ni pajolera idea de lo que es la libertad de expresión. ¿Por qué no dejáis vuestras cómodas residencias, vuestras casas solariegas, chalets de lujo en EEUU y pisoplones en las céntricas calles de las urbes españolas y marcháis con vuestras “buenas intenciones” y vuestras nutridas cuentas corrientes a lugares “libres” como Venezuela, Cuba, Corea del Norte o China? Allí podréis firmar muchos manifiestos para que sus gobiernos respeten la libertad de expresión.
La libertad de expresión existe, mamelucos. Existe en España (prueba de ello es este artículo), pero está regulada, como cualquier otro derecho, para la convivencia entre semejantes. Eso se llama civilización (aquello que tanto parece molestaros, pero que coste vuestros carísimos trenes de vida). Las normas y las leyes son esenciales para convivir en paz. Del mismo modo, os pondré un genial ejemplo que escuché a Joan Planas, no menos genial en sus intervenciones. Tenéis el derecho de conducir. Para ello, debéis cumplir unos requisitos. Sacaros un carné, en primer lugar, y hallaréis limitaciones de velocidad y normas viales que rigen y preservan el correcto funcionamiento en las carreteras y calles. ¿Atenta eso contra vuestra libertad para conducir? Obviamente no. Pues exactamente lo mismo sucede con la libertad de expresión. Podéis expresar lo que deseéis, pero si hacéis enaltecimiento del terrorismo o animáis a la violencia, al asesinato o a saltarse la ley, lo más normal es que vuestras manifestaciones tengan consecuencias jurídicas.
Por tanto, libertad de expresión hay, lo que no hay es libertad para saltarse la ley. Lo vimos hace poco, tras el mal llamado referéndum ilegal para la independencia catalana. Nadie fue a la cárcel por sus ideas políticas. Fueron a la cárcel por saltarse la ley. Así de sencillo.
Lo triste es que escribo estas líneas para la gente sensata, porque vosotros, Hàsel y vuestros cachorros rabiosos probablemente se dolerían al tener que leer, negro sobre blanco, algo que cae por su propio peso para cualquier ser racional y coherente (¡uy, lo que he dicho!)
Por último, me encantaría ver qué dirían aplaudidores del tal Hàsel como Pablo Iglesias o Javier Bardem si en las letras de este individuo (lamentable –de nuevo es mi opinión personal–), en lugar de Aguirre o Bono, hubieran menciona a vuestros padres o parejas…, incluso a vosotros mismos. ¿Seguiríais pensando de esta guisa o la cosa tomaría otro cariz? Quizá entonces fuera un discurso fascista y, por tanto, censurable. Esto es, sin derecho a la tan cacareada libertad de expresión. Como siempre, os encanta la ley del embudo. Para vosotros la parte ancha, claro está, y para los demás, la estrecha.
A mí, en calidad de librepensador, la libertad de expresión me pone; me pone mucho, lo confieso. Y la deseo para todos. Para los que lanzan mensajes que me gustan y para los que lanzan mensajes con los que no estoy de acuerdo, siempre dentro de los límites de la legalidad, porque pedir que sea dentro de los límites del buen gusto es ya exigir demasiado.
No os dobleguéis. Seguid expresándoos y, sobre todo, no temáis, porque la verdad…, la verdad nos hará libres (y causará alguna que otra úlcera, que tampoco viene mal).
Noticia de ABC del 16/02/2021:
Los Mossos d'Esquadra han detenido esta mañana al rapero conocido con el sobrenombre de Pablo Hasél para su inmediato ingreso en prisión, donde debe cumplir una condena firme por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona y a las Fuerzas Armadas, siendo ya la segunda por hechos similares. La primera era de dos años y quedó en suspenso. La última es de nueve meses y un día, que es la que ahora se ejecuta. El tribunal deberá evaluar si acumula las dos.
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