Solo en el ocaso

Algún día te sentarás con dificultad, apoyándote en tu bastón, en el porche de tu hogar; la mirada perdida en el horizonte, entre las cumbres, y entonces te invadirá la soledad.

¿Dónde han quedado aquellos cuyo sentir tanto valoraste? ¿Dónde el “qué dirán” que te ha costado una vida plena y feliz? ¿Dónde los que tenían siempre una opinión y pocos escrúpulos a la hora de expresarla?, esos que te decían “no es como nosotros”, como si esto fuera un juego de clubes sin carné. ¿Dónde las lenguas malsanas que envenenaron tus oídos? ¿Dónde tu falta de implicación; de entrega, tu egoísmo, tu comodidad vana, tu cobardía que supo estrangular como ninguna soga podría? ¿Dónde ha quedado todo, cuando te sientas solo en el porche, con los huesos doloridos, a mirar en lontananza?

Será tarde, pero será. Será entonces cuando te des cuenta de que solo tenías una vida y que el único que estaba en posesión de ella eras tú. Será entonces cuando comprenderás que la única opinión que contaba, era la tuya, y que prestaste atención en demasía a quienes mal te aconsejaron, teniendo poco que perder. Será entonces cuando dilucidarás que aquellos cuyo criterio tanto valorabas se convirtieron en polvo hace tiempo o marcharon lejos a vivir sus propias vidas. Será entonces cuando comprenderás que las imágenes que tú prefieres se han desdibujado en el viento y que estás irremisiblemente solo.

Y girarás tu cabeza y observarás a tu alrededor y comprenderás que en cada ladrillo, en cada esquina y en cada forma de tu hogar, de tu casa vacía, te observa la sombra de lo que pudo ser, el recuerdo de lo que tú negaste. Pero entonces, ya será tarde.

Con un abismo en el pecho, girarás la cabeza hacia las cumbres y el sol poniente arrancará el brillo anaranjado de una lágrima en tu mejilla, pues estarás solo en el ocaso.