Esta vez no voy a escribir para los lectores de esta página, que están bien instruidos y conocen la historia de su país y, en mayor o menor medida, del mundo. No, esta vez voy a escribir para los analfabetos, los imbéciles y los malvados que intentan inculcarnos el pensamiento único.
Asistimos a unos tiempos de revueltas y disturbios auspiciados por un crimen racista en EEUU. Yo soy de esos extraños individuos a los que un crimen les parece un crimen, sin necesidad de más aclaraciones, pero bueno, aceptaremos racista como complemento. Parece mentira, sí, pero aún sufrimos coletazos de racismo en el mundo, así como de anti-semitismo, de homofobia y un largo etcétera de males, porque el ser humano rara vez ha necesitado una excusa para odiar al que es diferente. Contra los crímenes, sean de la índole que sean, que caiga el peso de la ley con toda su fuerza, máxime cuando el asesino es alguien perteneciente a las fuerzas del orden que, se supone, están para protegernos y hacernos sentir seguros.
Dicho esto, mis queridos imbéciles, si es que todavía estáis leyendo, habría que significar algunas cosas. No voy a entrar en las declaraciones de afroamericanos en contra de lo que está sucediendo, que las hay, porque me tildaréis de racista y diréis que intento justificar un crimen, aunque no sea así. Tampoco voy a señalar que el 80% de los crímenes que se comenten en EEUU es por parte de la población afroamericana. Son datos, están ahí, pero parecen ser molestos de cara a este intento del pensamiento único que está proliferando por el mundo, auspiciado, imagino, por los mismos hijos de perra de siempre, esos que gobiernan desde las sombras y que, en realidad, no vendrán a ser más de 50 o 60 personas.
Mis queridos imbéciles, no al racimo, por supuesto. Y no al anti-semitismo y no a la homofobia y no a la represión brutal y el asesinato de quienes son una minoría o piensan de manera diferente. Pero es que, mis queridos imbéciles, como sois una manada de iletrados, analfabetos y gilipollas, confundís los términos.
Así, derribáis una estatua de Winston Churchill. Pues sabed, mis queridos imbéciles, que sin la colaboración de Winston Churchill probablemente habríais sido gaseados por los nazis (partido Nacional Socialista, por si alguien no conoce las siglas) o, con suerte, estaríais desfilando al paso de la oca de otro pensamiento único que amenazó al mundo no hace demasiado tiempo.
Decapitáis a Cristobal Colón, mis queridos imbéciles, que nada tiene que ver en esto, pero lo hacéis como un gesto de simpatía hacia los indígenas americanos (sudamericanos, entiendo). Pues sabed que Colón no fue esclavista. Y sabed también, mis queridos imbéciles, que España jamás tuvo colonias. Que cuando llegamos a América, entre otros, el hoy vilipendiado Hernán Cortés, contó con la ayuda de varios pueblos indígenas a los que tenían esclavizados, masacrados y puteados el imperio Azteca, sangriento y terrible donde los hubiera. Sabed, mis queridos imbéciles, que todos los indios que vivieron bajo el “yugo” español no eran colonos, sino ciudadanos españoles con plenos derechos. Sabed, mis queridos imbéciles, que nadie hizo más por los indios que la reina Isabel la Católica. Sabed, imbéciles irredentos, que cuando llegaron las repúblicas es cuando se mataron entre ellos los indígenas y cuando más víctimas se produjeron. Esta mentira anglosajona de que España fue masacrando indios supongo que debe servir para tapar sus propias vergüenzas cuando ellos, los ingleses, los holandeses y demás, conquistaron el norte de América. Ahí sí que hubo verdaderas masacres e injusticias y, además, bastantes siglos después, hay que añadir. España llevó la justicia, la paz y la prosperidad a los países del centro y del sur de América. Construyó colegios y universidades. Compartimos la lengua, esa que sí parece ser motivo de orgullo, y eliminamos las diferencias sociales. Terribles crímenes, al parecer.
Ay, mis queridos imbéciles, que bien os viene la ignorancia del pueblo. Qué fáciles de manipular son aquellos que desconocen completamente su pasado.
Gracias a vuestra intervención, se deja de emitir Lo que el viento se llevó, una película basada en una novela que, a su vez, recoge hechos reales de la familia de la escritora. Ahora, esta obra es tildada de racista. ¿Queréis subvertir la Historia? ¿Es que no hubo esclavos? ¿Es que en las plantaciones trabajaban blancos asalariados? No, mis queridos imbéciles, eran negros, esclavos de una época que no podemos juzgar con los ojos del presente. También hubo esclavos en el antiguo Egipto. En Mesopotamia. En Grecia y en la malvada Antigua Roma. ¿Qué debemos hacer? ¿Prohibimos esas películas también? ¿Prohibimos esos libros? ¿Prohibimos la Historia de la Humanidad? Quizá así estuvierais más contentos. Aquellos que desconocen su historia están condenados a repetirla. ¡Qué gran verdad!
Lo que quizá desconoce alguno es que el primer Premio Óscar a una actriz negra fue, precisamente, gracias a Lo que el viento se llevó. ¿A que de esto no sabíais nada, mis queridos imbéciles?
Trasladamos el buenismo de una sociedad hipócrita y de su pensamiento único a la Meca del Cine con la opción más racista posible: la inclusión de minorías raciales en todas las cintas. Y obtenemos inconsistencias como que había negros y asiáticos en el pabellón de los dioses nórdicos, entre las amazonas griegas, entre los elfos de El Señor de los Anillos o, incluso, entre las filas de soldados de la Primera Guerra Mundial. Convertimos a personas blancas en negras y en asiáticas o incluso en mujeres, porque hay que cumplir la cuota exigida por el pensamiento único. ¿No es esto más racista que cualquier otra medida?, pregunto. Desde luego, si yo fuera negro, estaría indignado de que metan a personas de mi etnia con calzador en cualquier producción.
Tanto es así que una de las creadoras de la celebérrima serie Friends, una de las teleseries cómicas más vistas de las historia, ha tenido que pedir perdón porque en su serie había “demasiado chico blanco”. Pero, ¿a dónde vamos a parar? ¿Y en El Príncipe de Bel Air había “demasiado negro”? ¿O en Cosas de Casa?
Ahora se escudan en que es una manera de atraer a toda clase de públicos. Pues yo me partía la caja con las cosas de Will Smith y jamás me importó que fuera una serie “de negros”. Una buena obra es una buena obra, y no depende del color de sus protagonistas.
Sí, mis queridos imbéciles. Sois mayoría, lo sé. Pero ser mayoría no os da la razón. Como celebra el dicho, “mil millones de moscas no pueden estar equivocadas… come mierda”. Eso es justo lo que sois vosotros, mil millones de moscas cojoneras que queréis imponernos vuestro modelo de pensamiento único. Desgraciadamente para vosotros, algunos no somos de seguir al rebaño y, además de no ser racistas y de estar a favor de la igualdad y de la ley, lo que no haremos nunca, será dejar de señalar que sois unos auténticos imbéciles.
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