Querida Inés, en primer lugar, enhorabuena por el nacimiento de su pequeño Alex, pero dicho esto, me veo en la obligación de volver a decirle, querida Inés, que no era el momento. Sigue usted bailándole el agua al presidente del gobierno prolongando un Estado de Alarma –que no es sino un Estado de Excepción encubierto– innecesario, máxime ahora, que por fin, nuestro incompetente ejecutivo ha tenido a bien reconocer que el uso de mascarillas es obligatorio –tres meses después de declarar la pandemia, a destiempo, tarde y mal, como viene siendo habitual en el gobierno social-comunista que rige nuestros destinos, pero algo es algo–.
Querida Inés, ¿no se da usted cuenta de que el barco que es Ciudadanos hace aguas por todas partes? ¿No se percata de que los marineros le están saltando por la borda? ¿No le hace replantearse eso que quizá sus decisiones no están siendo las mejores posibles?
Querida Inés, usted mejor que nadie debería saber que, coincidir en algo con los separatistas y los perros rabiosos de BILDU –esos que ahora defienden desde los escaños a quienes no les tembló el pulso a la hora de saltar por los aires a tantos y tantos españoles o que no dudaban en disparar un tiro en la nuca a sangre fría y por la espalda, como está mandado en los cobardes–, no es buena señal. Si coinciden en alguna votación, querida Inés, es que algo está haciendo usted mal. Le recuerdo que BILDU defiende a ultranza los actos de ETA, esos que tantas vidas han segado, incluyendo la de algunos compañeros que se dedicaban a la política, como ahora lo hace usted.
Querida Inés, no era el momento.
Me siento profundamente decepcionado con la gestión de Ciudadanos. Un proyecto que nos embargó de ilusión a muchos españoles. Que defendimos hasta la saciedad por su valiente papel en Cataluña. Al que vimos caer en barrena cuando el anterior dirigente, Albert Rivera, perdió el rumbo –algo que todos veníamos venir menos, al parecer, él mismo–. Cuando usted fue elegida su sucesora –una cuestión que me pareció natural– pensé que Ciudadanos renacería, regresando al camino que nunca debió abandonar, el de servir de moderador, de partido bisagra, porque ya sabe usted que en España –en las dos Españas de Machado, ahora más viva que nunca–, los partidos de centro han tenido siempre una existencia efímera, aunque sí han jugado un papel esencial.
No era el momento, querida Inés, de posicionarse con la esperanza de heredar las migajas de un PSOE despedazado vergonzosa y vergonzantemente por las ansias de poder de un mefistofélico Pedro Sánchez.
No, querida Inés, no era el momento. Es el de sumar esfuerzos, de permitir a la población ser adulta guiándola, no pastoreándola. Es el momento de dejar al jovencísimo Alex un país mejor del que usted encontró, exactamente igual que hicieron nuestros mayores con nosotros.
No, querida Inés, sin duda, de nuevo, no era el momento.
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