Es tal la cantidad de noticias que se producen a diario, que uno ya no da a basto para transmitirlas todas. Transmitirlas porque considero la obligación de cualquier español de bien –con la capacidad de hacerlo– contrarrestar las mentiras de los medios de comunicación generalistas, que perdieron la objetividad hace tiempo y trabajan a golpe de talonario para el gobierno. Porque considero una obligación ofrecer a mis conciudadanos la verdad.
Pero te recuerdo, querido lector, que yo no estoy –ni he estado jamás– adscrito a ningún partido político y que no cobro por esta labor, así que ruego desde aquí al ejecutivo que tenga compasión y me conceda un respiro, aunque solo sea por un día.
Vamos con la abolición de la reforma laboral. ¿La reforma laboral era buena? No. ¿La reforma laboral era mejorable? Mucho. ¿La reforma laboral impidió la pérdida de cientos y quizá miles de empleos en un momento complicado? Sí.
Entonces, en lugar de mejorarla y continuar adelante, ¿por qué el gobierno, especialmente en su sector podemita, desea masacrarla? Porque tal como os comenté en un artículo anterior (este), Pablo Iglesias tiene una agenda marxista-leninista que quiere llevar a cabo a toda costa en España (¿A qué intereses responde? Aún no tengo claro este punto). Esta medida exterminará los pocos empleos que sobrevivan a la crisis sanitaria, que tan nefastamente han gestionado. Lo que sin duda, beneficia a esta agenda.
Regresemos a la idea de la dependencia de la ciudadanía del Estado, idea comunista por excelencia. Cuanta menos libertad –económica incluida– e independencia posean los ciudadanos, más supeditados estarán al Estado y, por tanto, al gobierno, que se encargará de gestionar lo que cobran, cuando lo cobran y de saber en qué lo gastan. Lo que Iglesias quiere es terminar de hundir la economía española y esto del coronavirus le ha venido de perlas, para crear un estado de subsidios y paguitas. Y eso, amigos míos, representa el borreguismo, el control, la falta de libertad y, por supuesto, la infantilización de la sociedad. En lugar de minimizar el impacto de las impuestos, anular ciertas cuotas y rebajar los tramos que pagan los autónomos a la administración, dejando a los españoles ganarse el pan dignamente, ellos quieren aniquilar el tejido empresarial del país, crear paro, subir los impuestos y subsidiar a una mayoría vaga y maleante para ganar votos y control.
Pero lo más irrisorio de todo es que la derogación de la reforma laboral ha pillado desprevenida a la mismísima ministra Calviño, que ha pedido explicaciones a Sánchez. El entorno de Sánchez le ha respondido que ellos no han tenido nada que ver, que ha sido cosa de Adriana Lastra, que ha firmado el documento sin leerlo –argumentando no sé qué dolor de cabeza–. Estos señores son los que nos gobiernan. Digno de una obra de Miguel Mihura (precursor del teatro del absurdo, por si alguien no pilla la referencia). Si no fuera tan dramático, resultaría incluso risible.
La cuestión es que van a derogar la reforma laboral, adscribiéndose a un documento redactado por BILDU (los ETARRAs light). Miedo me da pensar lo que vendrá. Esperemos que al menos la señora Lastra tenga a bien leerse futuros documentos o que el señor Garzón –Alberto– no encabrone más al sector turístico. Aunque no albergo muchas esperanzas. Y es que, estando en manos como estas, me espero cualquier cosa.
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