DESDE LAS TRINCHERAS: Las protestas incómodas

¿Dónde están aquellos que defendían las protestas –esos famosos scratches– contra los políticos? ¿Dónde están ahora Pablo Iglesias y el resto de Podemos? ¿Dónde está Rita “sin tetas no hay paraíso” Maestre? ¿Dónde? Ah, claro, en sus viviendas, escoltados por la policía. Esa policía a la que, no hace demasiado tiempo, alentaban a las masas –sus masas– a patear cuando se encontraran en el suelo y desarmados.

      El señor Iglesias –favor que le hago– y sus colegas de pupitre solo admiten protestas, scratches y caceroladas, incluso desórdenes sociales, cuando estos son perpetrados por sus cachorros, los violentos radicales de izquierdas –quiero recordar al lector que solo en las manifestaciones de izquierdas arden cajeros, contenedores, vuelan adoquines, etc.–. Si las protestas son contra ellos, entonces son ataques a la democracia, ilegales, fascistas, fachas y altamente peligrosos. Tanto, que el señor Iglesias se ampara tras cinco coches patrulla de esos mismos agentes de la ley a los que antes odiaba acérrimamente, eso sí, en su casoplón de lujo en Galapagar, como todo buen defensor del proletariado.

      Pues sepa, señor Iglesias, que estas protestas no son de ningún peligroso partido de extrema derecha –¡qué viene el lobo, qué viene el lobo!–, ni las ha organizado VOX ni el PP ni Ciudadanos... Ni siquiera de pijos del Barrio de Salacamanca, como han intentado hacer creer a la población. Son protestas legítimas de los españoles contra un gobierno –su gobierno– por la nefasta gestión que han hecho de la crisis sanitaria. Son peligrosos scratches de la ciudadanía contra el despilfarro, contra el dudoso uso de dinero público para comprar material inútil, falso, defectuoso y de mala calidad, a través de empresas muy sospechosas. Son protestas contra el abandono del personal sanitario, contra el abandono de las residencias de ancianos, contra el abandono de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado –esas mismas tras las que ahora se parapeta–, contra el abandono de nuestros militares y, por supuesto, contra el abandono de los mismísimos españoles de a pié, a los que ustedes han mentido reiteradamente, a los que ustedes han engañado, estafado y vilipendiado hasta que les han obligado a decir basta. Y eso están haciendo, señor Iglesias, decir basta. Decirle basta a usted y a sus compañeros de trincheras. Y espere a que podamos salir a las calles en libertad, porque entonces, entonces sí que va a saber lo que es una protesta para defender la democracia –en contra de sus intereses–, eso sí, siempre pacífica y dentro de los parámetros de la legalidad, por mucho que los suyos se empeñen en infiltrar a sus cachorros para armar escándalo.

       Esta es la hipocresía de la izquierda española. Este es su máximo exponente de medir siempre a los españoles por dos raseros –los suyos y  los que no son de los suyos–. Este es el sumun de la falsedad. Usted, señor Iglesias –favor que le sigo haciendo– y toda su cohorte de antisistemas y anticastas –esos que ahora pertenecen al sistema y son más casta que ninguna de las anteriores– son, sin lugar a dudas, unos Tartufos. Imagino que no conocerá la obra de Molière, pero tranquilo, que en el diccionario de la RAE puede encontrar el significado, si es que consultar algo que lleva la palabra España no le provoca urticaria.

¡Despierta España!