INGENIERÍA SOCIAL III

OBJETIVO A DERRIBAR: LOS VALORES

Decían en la película Sospechosos Habituales que “el mejor truco del diablo es hacer creer que no existe”. En el caso que voy a tratar hoy, el de los valores humanos, no es tanto hacernos creer que no existen, sino pervertirlos, desvirtuarlos y vencerlos a base de normalizar cosas que jamás deberían ser consideradas normales. Atención, que no hablo de religión o de moral (en todo caso, de ética), hablo de los valores humanos fundamentales que, en teoría, son comunes a todas las personas dispuestas a convivir juntas.

            De nuevo, creo que se trata de una jugada orquestada con el objetivo de derribar los valores desde diversos ámbitos y con diferentes intereses que aclararé al final de estos párrafos.

            Juguemos un poco a la definición, porque para saber de lo que hablamos, debemos conocer qué son los valores.

            Llamamos valores a aquellos principios, cualidades o virtudes que forman parte intrínseca de una persona, que la caracterizan, expresan sus sentimientos e intereses, y tienen una influencia positiva de gran importancia en el grupo social que la rodea. ¿Por qué son tan significativos? Porque hacen que actuemos en un sentido o en otro, determinando nuestras conductas ante los problemas de la vida cotidiana. Por tanto, los valores definen a las personas y afectan la manera en que desean vivir y compartir sus experiencias con quienes les rodean.

            Es conveniente tener en cuenta que hay toda una serie de valores que son compartidos por los elementos de una misma sociedad, estableciendo comportamientos y actitudes en los ciudadanos, con el objeto de alcanzar un bienestar colectivo.

            De este modo, podemos decir que hay varias clases de valores: sociales, culturales, familiares, religiosos, personales, etc. Pero no me voy a dedicar a estos, porque están más o menos condicionados por las circunstancias, el entorno, la cultura y demás cuestiones. Hoy quiero hablar de los valores humanos, esos que son, en mayor o menor medida, afines a la población mundial.

            ¿En qué nos afectan los valores? Muy sencillo, los valores son esenciales para una convivencia armoniosa. Rigen nuestra manera de actuar y la de las personas que nos rodean, por tanto, su ausencia o su carencia conllevan el deterioro de las relaciones sociales o a su completa aniquilación. En resumen, los valores humanos nos ayudan a ser mejores como individuos y como colectivo.

            Dicho esto, como creo que lo he dejado meridianamente claro, paso a enumerar cuáles son considerados como los valores humanos fundamentales, tanto por la Filosofía (gran estudiosa de los valores) como por la Sociología, organizaciones no gubernamentales de carácter humanista y demás estudiosos de estas cuestiones.

 

El amor.- Es uno de los más extendidos y se considera fundamental porque nos empuja a velar por la felicidad del otro. El amor no hace referencia únicamente al amor de pareja, sino también al cariño (nos cuesta usar el término amor en según qué circunstancias) que tenemos a nuestros semejantes, lo que incluye la amistad. Por tanto, el amor induce a la búsqueda del bienestar de nuestros semejantes, haciéndonos querer agradarles y facilitarles la convivencia.

El amor tiene su anatema en el egoísmo, pues cuando miramos por nosotros y por nuestro bienestar por encima del de los demás, estamos anulando el amor.

Personalmente, creo que es el VALOR del que derivan la gran mayoría de valores restantes.

 

El respeto.- que no es sino la capacidad de reconocer, apreciar y valorar a los demás. El respeto requiere reciprocidad, lo que implica derechos y deberes para ambas partes. Para ejercer el respeto es esencial aprender a escuchar a nuestros semejantes y resulta importantísimo para una comunidad, pues genera apoyo y solidaridad entre sus miembros, por diferentes que estos puedan ser.

 

La lealtad.- ayuda a forjar nuestro carácter y supone la fidelidad de los comportamientos y las acciones individuales y sociales. Nos hace dueños de nuestra propia voluntad. Una persona leal conserva las relaciones con los demás, desechando los placeres pasajeros.

 

La honestidad.- genera acciones que conducen a un beneficio común y supone la armonía entre lo que se piensa y la manera de actuar. La honestidad se apoya en la verdad, pero debe ir acompañada siempre por el respeto, para no resultar hirientes en nuestros juicios. Ser honesto exige ser objetivo y sincero, pero también respetuoso. La honestidad proporciona un ambiente de confianza para la convivencia y ayuda en la construcción de una sociedad que valore la verdad, sin engaños ni trampas.

 

La libertad.- nos ayuda a realizarnos como personas. No debemos olvidar que la libertad individual se encuentra dentro del marco de nuestra sociedad, por tanto, exige respeto y responsabilidad. La ausencia de libertad en una sociedad conduce a la senda de la represión, lo que limita la realización personal y social del individuo. 

 

La responsabilidad.- conlleva asumir las consecuencias de nuestros actos y el cumplimiento de los compromisos y obligaciones para con los demás. La responsabilidad es ser conscientes de cuanto decimos y hacemos, de las implicaciones que ello conlleva y su alcance, permitiéndonos ser más críticos y convirtiéndonos en ciudadanos más maduros y éticos. Nos hace más comprometidos y nos anima a actuar de forma correcta.

 

La equidad.- lo que supone tratar a todo el mundo por igual, sin trabas de ninguna índole. Refuerza el respeto hacia la diversidad y concede un sentido profundo de la justicia como derecho fundamental.

 

La justicia.- es el valor fundamental que busca el equilibrio entre el propio bienestar y el de la sociedad. Ofrece a cada ciudadano lo que le corresponde para suplir sus necesidades básicas y que, mediante ello, pueda aportar a su vez a la sociedad. Conjuga la libertad individual, la igualdad y la interdependencia de cada miembro de una comunidad.

 

La tolerancia.- supone conceder dignidad, libertad y diversidad a la sociedad, pues se basa en la asunción de que todos somos iguales, pero diferentes. Si abrazamos opiniones diversas, estilos de vida distintos y otras creencias que difieran de las nuestras, mejoraremos nuestra capacidad para relacionarnos con otros seres humanos.

 

La paz.- que busca formas superiores de convivencia. Es anatema para la hostilidad y la violencia. Es base de la armonía personal y colectiva, y conduce a la serenidad y la tranquilidad.

A esta lista podríamos sumar la compasión, la sensibilidad, la gratitud o la prudencia, por poner varios ejemplos, pero cierto es que muchos valores llevan intrínsecamente en su seno otros tantos conceptos.

 

Ahora, yo os pregunto, ¿estamos viviendo en una sociedad que fomenta estos valores? Vemos a diario casos de corrupción, escuchamos a ciudadanos expresar que ellos harían lo mismo de estar en esas posiciones de poder, observamos la evasión de impuestos, el dinero en b, las facturas sin IVA, la falta de dignidad, la falta de decencia, la promiscuidad, el egoísmo, la ausencia total de lealtad, el ataque sistemático al derecho a la vida, la anulación de las responsabilidad en nuestros jóvenes, y tantos otros ejemplos cotidianos. ¿No estamos sufriendo un ataque directo y continuo contra los valores humanos fundamentales? Yo diría que sí.

En un futuro artículo hablaré de la conspiración del sexo, pero me sirve para poner un ejemplo aquí y ahora. Sin amor y sin lealtad, sino con todo lo contrario, el egoísmo, la falta de compromiso y de responsabilidad, ¿no estamos generando una sociedad en que la promiscuidad, por poner solo un ejemplo, se ha convertido en algo bien visto, aceptado y hasta aconsejable? En lugar de ser la excepción, lo hemos convertido en lo normal y, aquellos que siguen conservando la decencia y los valores, son vistos como personas extrañas, por usar una expresión amable.

Tenemos otro caso bastante sangrante: el derecho a la vida (que es un derecho fundamental y universal) y, sin embargo, últimamente intentan convencernos desde diversos ámbitos de que el aborto es progreso, tanto como la eutanasia, que es básicamente un suicidio asistido. ¿Dónde queda entonces el derecho a la vida? ¿Quién lo protege? ¿La ley? ¿Esas leyes que promulgan nuestros políticos, los mismos que vulneran uno tras otro los valores humanos fundamentales? Pues apañados estamos.

Y digo más. Si no permitimos a un joven beber o comprar tabaco a los 16 años, ¿por qué les permitimos abortar sin consentimiento paterno? Anulando la responsabilidad de los jóvenes, los infantilizamos, generando, a la larga, una sociedad pueril, mucho más fácil de conducir y manejar.

Hay demasiadas coaliciones en contra de los valores (ni me molestaré ya en mencionar otros relacionados con la moral, la religión o la cultura colectiva), demasiados intereses generados en pro de su destrucción como para que nadie hable de ellos o se moleste siquiera en contemplarlos. Muchos ignorantes los consideran íntimamente relacionados con la religión, cuando el surgimiento de los valores es anterior a cualquier culto. Sencillamente, son normas positivas que mejoran al individuo y al medio en el que habita. ¿Qué interés puede haber entonces en exterminarlos?

¿Por qué los seres humanos permiten la extinción de algo que, sin duda, resulta positivo para ellos y para sus semejantes? He llegado a la conclusión de que esto sucede por dos razones fundamentales:

 

La primera, que la ausencia de estos valores es el camino “fácil” para el individuo. Es más conveniente ser egoísta que preocuparte por el bienestar de los demás. No tener ligaduras ni ataduras emocionales nos puede parecer que nos hace más libres, pero en realidad, nos empobrece, sentimentalmente hablando. El ser humano es bastante vago por naturaleza, por lo tanto, desecha rápidamente cualquier cosa que le suponga esfuerzo y, no tener que cumplir ningún prefecto es más sencillo que tener que poner demarcaciones. Resulta mucho más seductor, más cómodo.

 

Por otro lado, el ataque sistemático desde todos los frentes, algunos visibles, como los medios de comunicación, y otros en la sombra. La perversión de la globalización, que hace que adaptemos los contra-valores de otras culturas y olvidemos los que han sido nuestros por tradición y herencia (el cine o las series americanas, sociedad hipócrita en muchos aspectos, pues predican una cosa y hacen la contraria, por ejemplo) y, sobre todo, el consabido: “repite muchas veces una mentira y acabará convirtiéndose en verdad”. Nos machacan permanentemente con argumentos destinados a masacrar los valores y no nos damos cuenta de que sin valores, no somos nada, a nivel personal ni como sociedad.

 

            La manipulación es el elemento clave. Si pervertimos el concepto de justicia, nadie la exigirá. Si amenazamos la paz, generamos violencia y conflicto, que beneficia económicamente en algunos casos (como en el de los conflictos bélicos) y sirve de cortina de humo en otros. Si eliminamos la responsabilidad, obtenemos una infantilización de la sociedad que, como comentaba antes, sirve para poder manipularla con más efectividad. Si destruimos el amor y lo desviamos hacia el sexo, convertimos al individuo en alguien egoísta; hedonista, únicamente preocupado en satisfacer sus propios deseos y con ninguna gana de abrir su corazón, así de paso, nos cargamos la lealtad. Predicamos la tolerancia, pero nos aseguramos de conseguir todo lo contrario. Etcétera, etcétera…

            Si sumamos a esto un consumismo desproporcionado, alguna que otra tecnología adictiva y los modelos vacuos que ciertos programas de televisión implantan en la mente de nuestros jóvenes (todo lo contrario de lo que debería ser un modelo de identidad sano), ¿qué obtenemos?: una sociedad enormemente fácil de conducir por la senda que algunos decidan, que no se hará preguntas y que no valorará a sus semejantes ni los derechos conquistados con mucho esfuerzo por generaciones pasadas; repleta de seres humanos sin referentes. Una sociedad egocéntrica, infantil, sin capacidad de decisión y sin capacidad de amarse a sí mismos o a aquellos que les rodean. Una sociedad que no cuestionará nada de lo que se le plantee, que será dócil y boba. Puede que incluso aún peor, que aceptará el mal y lo aplaudirá, convencida de que eso que se les presenta es lo normal.

            Vivimos en una sociedad donde se nos bombardea permanentemente con las “virtudes” del hedonismo (placer por placer, sin fronteras ni mesuras), consumismo (acumular bienes materiales sin ton ni son), permisividad (la ley del todo vale) y relativismo (el peor de los males endémicos que nos acucian, pues convence al individuo de que todo pasa por nuestra óptica personal). La única manera de combatir esto es hacerlo con la educación desde los valores humanos que no pasan de moda, pues educar es contribuir a convertir a un individuo en una persona.

            En este artículo planto la semilla a cerca de los valores. De vosotros depende ahora abundar en la materia o pasar a la siguiente distracción.

            Seguid pensando por vosotros mismos e investigando y contrastando la información porque, como suelo deciros, la verdad nos hará libres.

 

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